Como un lazo de unión en el mar

© J.HOUYVET / LUMIERESMARINES.COM

Cada año, unos 3,5 millones de turistas cruzan el puente de madera de roble y de acero con una longitud de 1600 m, el único acceso al monte Saint-Michel, situado en Francia y que figura en la lista del patrimonio de la humanidad de la UNESCO. Les Ateliers Aubert-Labansat, uno de los mejores restauradores del país, es responsable de los trabajos de madera.

Ya desde lejos destaca de la llanura de marea de la costa norte de Francia el monte Saint-Michel. Su altura impresionante se debe a la abadía fortificada, construida en la Época Medieval, con la torre puntiaguda de la iglesia que data del siglo XIX. Hoy en día, atrae a numerosos turistas. Debajo de las enormes murallas se apiñan algunos hoteles y restaurantes. También hay una oficina de Correos, un cuartel de la policía y un ayuntamiento. 

En el monte en el mar solo viven 41 personas. Una gran parte de ellas son monjes y monjas de la abadía. Es muy común ver a restauradores en los estrechos callejones de esta comuna minúscula. Uno de ellos es Les Ateliers Aubert-Labansat. Con el «Qualibat Monuments Historiques», la empresa artesanal cuenta con una de las pocas licencias que autorizan a realizar contratos públicos en edificios históricos. En todo el monte Saint-Michel, desde la punta de la torre de la iglesia hasta el acceso a la isla por el mar, se ve plasmado el sello de este especialista.

Desde el año 2014, se accede a través de un puente recubierto con tablones de roble que sustituye el antiguo terraplén de más de cien años. La estructura portante tiene la tarea de evitar el avance de las arenas que, a su vez, se veía fortalecido por la falta de escorrentías. «El puente-pasarela semirredondo es como un lazo de unión dibujado con un lápiz que une la isla y la tierra firme», explica el arquitecto Dietmar Feichtinger. Y realmente es un lazo de unión. El puente atraviesa discretamente las aguas bajas del Mar del Norte, sin estorbar la vista del impresionante espectáculo natural. Para este proyecto se suministraron 2000 m³ de madera de roble, de los cuales apenas 550 m3 cumplieron los requisitos de calidad exigidos. Las obras de construcción duraron dos años y los costes ascendieron a 35 millones de euros. El acceso de coches está prohibido. En su lugar hay un autobús que transita continuamente de un estacionamiento alejado al centro del puente. Los visitantes tienen que recorrer a pie el trayecto que falta. Por esta razón, se recomienda que los huéspedes del hotel lleven poco equipaje.

Para Gilbert Pierre, gerente de la manufactura Aubert-Labansat, el puente constituye una referencia muy importante. También participó en la restauración de muchos monumentos culturales como, por ejemplo, el Palacio de Versalles. Emplea exclusivamente madera de roble, el tipo de madera clásico de Francia. Una gran parte de las actividades de su taller, extraordinariamente exigentes, son trabajos manuales. «Siempre que sea posible, nos valemos de la mayor cantidad posible de tecnología mecánica», comenta el gerente, quien nunca pierde de vista la rentabilidad y la calidad. «WEINIG es sinónimo de excelente tecnología mecánica alemana y es el socio ideal para una empresa como la nuestra», comenta Gilbert Pierre. Para cepillar y perfilar la empresa utiliza una Profimat Fortec de la serie Gold. Una sierra circular longitudinal modelo FlexiRip se ocupa del desdoblado. Sin embargo, el corazón del taller es una perfiladora/afiladora de herramientas de la serie Rondamat. Esta máquina ofrece servicios perfectos para la fabricación de los más de 600 perfiles diferentes que se tienen que producir de acuerdo con los modelos históricos. Los perfiles se desprenden con un peine de metal del modelo antiguo, para luego fabricarlos en la Rondamat de forma rápida y exacta de acuerdo con el prototipo. «Con frecuencia sucede que solo necesitamos un perfil una sola vez. La producción en la Rondamat, no obstante, siempre resulta rentable», realza Gilbert Pierre.

Cada uno de los 49 trabajadores del taller Aubert-Labansat acompaña un proyecto de principio a fin, aportando sus conocimientos técnicos. «Esto crea un vínculo muy estrecho con el trabajo», agrega Gilbert Pierre. El taller de restauración comprometido con las obras antiguas sorprende por su modelo muy progresista de derecho de cogestión. Los empleados pueden ser socios de la empresa y participar así en la enorme tarea de conservar el patrimonio cultural de Francia. Gilbert Pierre, quien aún es accionista mayoritario, se retira este año. En realidad, hubiera querido ser mecánico de automóviles. Pero, en lugar de eso, su padre lo mandó a una carpintería. «Antes era así», dice el empresario de éxito y sonríe.